1944 vs. 2014

Artículo publicado en El Nuevo Día.
En 1944 regía el destino de Puerto Rico el último gobernador extranjero, Rexford G. Tugwell, quien tenía una visión progresista sobre el país.
Tugwell creía en las instituciones, en la expansión de la industria local, en un país autosustentable en su alimentación y en la intervención del Gobierno en la planificación y desarrollo social y económico.
La visión de Tugwell fue complementada con legislación de avanzada del Partido Popular Democrático, el cual dominaba el escenario político.
En 1945, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, Puerto Rico se insertó en la reconstrucción de la economía mundial.
La prioridad era la creación de empleos, la inversión en la educación primaria y superior, la salud pública, la vivienda, la infraestructura y el bienestar social.
A pesar de que Puerto Rico mantenía (y mantiene) su status definido por el Tribunal Supremo federal como “territorio no incorporado que pertenece, pero no es parte de Estados Unidos”, existía un progreso económico y social con un dramático mejoramiento en la calidad de vida de los ciudadanos.
La consigna era progreso, valores y ética del trabajo, disminución de las transferencias federales y minimización de la deuda pública. Puerto Rico tenía un proyecto de país y un plan coherente.
El proyecto de industrialización que comenzó con la industria de la aguja evolucionó hacia las petroquímicas y posteriormente hacia la industria de la farmacéutica (936).
Con la división del Partido Popular Democrático en las elecciones de 1968, Puerto Rico se insertó en el mundo del bipartidismo y la rotación del poder, lo cual nos arrastró al escenario actual.
Al contratar a personas como empleados públicos, ya no son importante sus méritos, sino su afiliación política. La contratación se ha convertido en una premiación por contribuir a ganar las elecciones.
El partidismo se convirtió en la orden del día.
El partido anexionista, en su afán por lograr respaldo electoral para un ideal rechazado por la metrópoli, quebrantó el modelo social y económico al promover la dependencia federal con los cupones de alimentos, imponer el salario mínimo federal y cabildear por la eliminación de la sección 936 del Código de Rentas Internas, lo cual le asestó una estocada a la industria farmacéutica.
Entre 1944 y el 2014 Puerto Rico fue perdiendo paulatinamente su rumbo dejándose controlar por políticos obsesionados con ganar las elecciones.
Éstos movilizaban a sus beneficiados y convencían a los no afiliados de que su opción era menos mala que la de la oposición.
El fenecido alcalde Willie Miranda Marín nos señalaba en su discurso histórico del 2010: “Incapaces nuestros dirigentes de detectar la pérdida de valor de nuestro modelo económico y político, en esos 45 años, no han podido evitar o detener el retroceso.
Pasamos de la política ilustrada a la politiquería. Pasamos de la ayuda mutua y el esfuerzo propio a la lógica de la dependencia y el mantengo”.
Puerto Rico carece de un plan coherente que lo inserte en el mundo globalizado y tecnológico del siglo XXI. El partidismo y ganar las elecciones constituyen la orden del día.
Hoy no se llaman las cosas por su nombre, sino por el que más convenga.
Los anexionistas no le revelan a sus electores la verdad de lo que piensan en la metrópoli, los estadolibristas continúan defendiendo lo indefendible y los independentistas discuten sobre un mundo donde nadie es independiente.
El país necesita evaluar otras opciones no partidistas para sacarnos del marasmo actual. Los partidos políticos están incapacitados porque su motivación es ganar las elecciones.
Las organizaciones no gubernamentales tienen la responsabilidad histórica de generar ideas e iniciativas junto a la metrópoli.
Willie Miranda Marín nos decía en el 2010: “Necesitamos hacer lo que haya que hacer, sin que consideraciones políticas cortoplacistas secuestren el compromiso de la gestión política que el país exige. Pensar en las nuevas generaciones y no cobardemente en las próximas elecciones”.