Feb. 27, 2014

¿Dónde estaban las casas acreditadoras?

¿Dónde estaban las casas acreditadoras?

Artículo publicado en El Nuevo Día.

En 1996, el gobernador Pedro Rosselló y su comisionado residente, Carlos Romero Barceló, lograron su objetivo de que el Congreso eliminara la Sección 936 del Código de Rentas Internas federal que proveía exención contributiva a la industria farmacéutica.

El presidente Bill Clinton, con quien Rosselló y Romero tenían una buena relación y respaldaban su candidatura, firmó la ley eliminando las 936.

Lo trágico de esta acción es que se destruyó el principal motor de la economía sin conseguir nada a cambio.

La industria farmacéutica contribuía con un 66% ($31,000 millones) a las exportaciones de Puerto Rico ($47,000 millones).

Generaba el 43% del ingreso neto de Puerto Rico. Representaba el 56% de los empleos en la manufactura.

Las farmacéuticas que operaban bajo las 936 contribuían con un 40% de los depósitos bancarios. Su eliminación llevó a la posterior salida de varios bancos internacionales como el Chase Manhattan Bank, el Citibank, el Royal Bank of Canada y el First Boston.

Con la fuga de la industria farmacéutica, Puerto Rico perdió el principal incentivo promocional para atraer nuevas inversiones industriales.

La aplicación forzosa del salario mínimo federal, gestionada por el entonces gobernador Romero Barceló, ya había trastocado el modelo económico de Puerto Rico.

A esto se sumó los efectos de la globalización y el Tratado de Libre Comercio, el cual eliminó el acceso especial que tenía Puerto Rico al mercado de Estados Unidos.

Luego de diez años de transición, las farmacéuticas comenzaron a mudarse a países soberanos como Irlanda y Singapur, los cuales tienen tratados con Estados Unidos.

El territorio no incorporado de Puerto Rico está resignado a los vaivenes del Congreso.

Desde 1996, los gobernadores y los legisladores sabían que a partir del 2006 Puerto Rico perdería el principal motor de su economía.

Sin embargo, ninguno presentó un plan coherente para sustituir su contribución a la economía. Era mucho más fácil contratar cabilderos para aumentar las transferencias federales.

Los políticos de turno entraron en negación y se limitaron a tapar el cielo con la mano aumentando la deuda del país.

Las casas acreditadoras fueron cómplices de ese endeudamiento sin un plan coherente para su repago.

Los gobernantes inauguraban coliseos, un centro de convenciones, un tren urbano, tarjetas de salud, otorgaban aumentos a los empleados públicos e incrementaban los planes de retiro. Todo basado en el endeudamiento; no en la producción.

El acto más cínico lo vimos en la campaña de reelección de Luis Fortuño en el 2012. Vendía como uno de los logros de su gobierno el haber salvado a Puerto Rico de la ruina económica.

Con esta fantasía Fortuño casi fue reelegido y Pierluisi logró su elección como comisionado. La consigna era: “Fortuño ha estabilizado la economía… Fortuño para seguir adelante… Sigamos avanzando”.

Nada más lejos de la realidad, según fue descubriendo el Comité de Transición del nuevo gobierno recién elegido.

En el 2006, siendo gobernador Aníbal Acevedo Vilá, el Centro para la Nueva Economía alertaba públicamente del riesgo de la degradación de los bonos de Puerto Rico como resultado de la severa crisis fiscal que ya experimentaba el Gobierno.

Sin embargo, los gobernantes ignoraban esas advertencias; continuaban repartiendo botines basados en el endeudamiento. ¿Dónde estaban las casas acreditadoras mientras el Gobierno recurría constantemente al mercado a vender sus bonos?

Estas son las mismas casas acreditadoras que otorgaban buenas calificaciones a la multinacional Enron apenas cuatro días antes que se fuera a la quiebra.

Las crisis pueden representar oportunidades. Puerto Rico puede aprovechar esta situación para reinventarse y establecer un nuevo modelo político, económico y social cónsono al mundo globalizado y de redes del siglo XXI.

Pero el primer paso es salir de la negación en la cual todavía muchos sectores del país se encuentran con sus escenarios fantasiosos e irreales. Las soluciones están en el propio Puerto Rico y no en la metrópolis.