El empresarismo hueco

Artículo publicado en El Nuevo Día.
Varios de los foros y conferencias ofrecidos en estos días sobre el desarrollo de la economía repiten que empresarismo e inversión local son las claves para hacer crecer nuestra economía.
Al igual que con respaldar a los atletas olímpicos y conservar el Yunque y el Viejo San Juan, ¿quién puede estar en desacuerdo con esta consigna?
El problema estriba en que hablar de empresarismo local como consigna es expresar palabras huecas.
Existen cuatro impedimentos críticos que imposibilitan o limitan el desarrollo del empresarismo: la falta de financiamiento, el costo asfixiante de la energía eléctrica, el tortuoso proceso de solicitud de permisos para abrir un negocio y los incentivos gubernamentales que favorecen a las megatiendas versus al pequeño comerciante.
La salida de las “empresas 936” combinada con la crisis económica del 2008 redujo dramáticamente la industria bancaria en Puerto Rico.
En los últimos años abandonaron el país instituciones como Chase Manhattan, Citibank, Royal Bank of Canada, First Boston y el BBVA.
El Gobierno federal cerró Western Bank, R&G y Eurobank. La salida de estos bancos redujo la competencia y oferta prestataria para negocios y ciudadanos.
A ello agreguemos que los reguladores federales mantienen una estrecha supervisión de las operaciones prestatarias de los dos principales bancos locales.
Esta situación ha tenido un efecto devastador en la industria de la construcción y en el mercado de bienes raíces en los que se ha visto la pérdida de un promedio de un 50% del valor que tenían las propiedades en el 2008.
Es prácticamente imposible conseguir financiamiento para proyectos nuevos que tengan algún tipo de riesgo o no tengan garantías abarcadoras. Proyectos e ideas meritorias mueren antes de gestarse.
Los comerciantes que logran conseguir capital o financiamiento se topan con que sus ganancias deben destinarlas a pagar los exorbitantes costos de energía eléctrica. Mientras los políticos se involucran en luchas de poder y control, los comerciantes (y ciudadanos) son abandonados a la realidad cotidiana de cubrir un costo más alto que en casi todos los países del mundo.
Algunos comerciantes se ven obligados a retener el IVU para sufragar el costo de electricidad y no tener que cerrar su negocio.
Solicitar los permisos es un proceso draconiano que atrasa la apertura de comercios. En ocasiones el comerciante comienza a pagar renta, pero no puede abrir su negocio por falta de permisos.
Debería implementarse el proceso establecido en Madrid mediante el cual los negocios comienzan a operar inmediatamente con permisos provisionales (excluyendo los ambientales) y luego de varios meses consiguen los permanentes.
Esto permite generar inmediata actividad económica.
La política de algunos alcaldes de atraer megatiendas a sus municipios eximiéndoles del pago de patentes municipales perjudica al comerciante local.
¿Es justo que la megatienda multimillonaria no pague impuestos locales que el pequeño comerciante debe pagar?
Las empresas multinacionales están acostumbradas a pagar estos impuestos en todos sitios como parte de sus costos operacionales.
Esto también tiene un efecto social como el que causa el cierre de una farmacia local ante la competencia desigual con una megafarmacia.
Se deja a una familia extendida sin su fuente de ingresos e inspiración para las nuevas generaciones.
En el caso del empresarismo agrícola la situación es todavía peor, pues el Gobierno no protege a los agricultores locales como el de Estados Unidos protege a los suyos.
¿Cómo un agricultor va a sobrevivir cuando no se protege el precio de su producto, se permite que productos del exterior se vendan más baratos y no se provee seguro contra las variaciones del clima (excepto tormentas)?
Podemos continuar repitiendo la consigna demagógica de motivar el empresarismo e inversión local, pero mientras no haya financiamiento disponible, costos de energía razonables, permisos provisionales e incentivos para balancear la competitividad con las megatiendas, estamos abocados a un espejismo o a un empresarismo hueco.