June 12, 2021

El Estado como defensor del patrimonio nacional

El Estado como defensor del patrimonio nacional

La comercialización de la cuadra o manzana más grande, imponente e importante de la zona histórica del Viejo San Juan que acaban de anunciarnos es una bola de demolición a nuestro patrimonio nacional y la privación de su disfrute a las futuras generaciones.

Es responsabilidad del Estado proteger los monumentos históricos y no el de los propietarios de turno, quienes en ocasiones se ven forzados a tomar decisiones adversas debido a situaciones fuera de su control como lo es la precariedad económica.

El Palacio Arzobispal fue construido en el siglo XVI y es desde el punto de vista histórico y arquitectónico, junto a La Fortaleza y la iglesia San José, una de las estructuras más importantes de la época.

La iglesia católica tuvo un papel protagónico junto a la monarquía española en la colonización de América. Su amplio poder político se evidencia en el rol de los obispos durante la colonización.

El Palacio Arzobispal, unido a los de México y Santo Domingo, tuvo un papel protagónico en el desarrollo de las Américas.

El Palacio, ubicado en una zona con más de una cuerda de terreno, fue construido originalmente para ocupar todo el bloque ubicado entre la calle San Sebastián y la calle Sol y entre la calle Cristo y el Callejón del Hospital.

Posteriormente, el predio incorporó el Seminario Conciliar San Ildefonso, primer centro de educación superior de Puerto Rico y principal institución educativa de la época, actualmente sede del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.

Este fue fundado por el Dr. Ricardo Alegría, quien a su vez dirigió la restauración en 1986 de las instalaciones que albergan una hermosa y delicada capilla.

El Centro educó a próceres puertorriqueños como Alejandro Tapia y Rivera, Román Baldorioty de Castro, José Julián Acosta y José Barbosa.

El Palacio está ubicado en el lugar de mayor altura del Viejo San Juan y desde su techo se obtiene una vista de 360 grados de la histórica ciudad.

Se encuentra a unos pasos de la segunda iglesia más antigua de las Américas, la recién restaurada iglesia San José, y del Convento de los Dominicos.

En ciudades históricas como Venecia, la plétora de iglesias construidas como lugares de clamado espiritual ante las constantes plagas de las épocas son conservadas por el Estado ante su desuso religioso. Su importancia histórica trasciende la espiritual que una vez revistió.

En la ciudad de Nueva York, el gobierno intervino ante el reclamo de la ciudadanía para paralizar la destrucción de la histórica sala de conciertos Carnegie Hall y la terminal de trenes, Grand Central.

En 1975 la exprimera dama estadounidense, Jacqueline Kennedy, asumió el liderato de paralizar la destrucción de la histórica terminal ferroviaria, Grand Central, la cual se describió como un “templo de la transportación”.

Ella clamó: “If we don’t care about our past we can’t have very much hope for our future”. Kennedy no aceptó los comentarios de que ya era demasiado tarde, que la demolición iba a suceder y que era inevitable.

Su lucha prevaleció y las nuevas generaciones disfrutan del icónico terminal neoyorquino.

Si bien el caso de Kennedy y Grand Central es un ejemplo de inspiración de lucha, su importancia trascendental palidece ante lo que está en juego con la destrucción del bloque del Palacio Arzobispal.

El Estado tiene los recursos para rescatar este monumento histórico. Es cuestión de prioridades, creatividad e imaginación.

El caso del Palacio es el más relevante, trascendental y reciente de un patrón de adquisiciones que han desarrollado inversionistas extranjeros indiferentes a la preservación del patrimonio nacional.

La apatía del Estado está permitiendo la destrucción paulatina de la joya histórica y atractivo turístico que es el Viejo San Juan.

Los gobernantes de turno, Pedro Pierluisi, José Luis Dalmau, Rafael Hernández y Miguel Romero asumirán su responsabilidad en los anales de la historia por haber permitido la destrucción de nuestro patrimonio nacional.