El padrinazgo partidista

Artículo publicado en El Nuevo Día.
Puerto Rico atraviesa la crisis existencial más aguda desde la colonización española. Queda evidenciada con la indiferencia de la metrópolis hacia su colonia, la quiebra económica, la corrupción impune y la imposición de una Junta con poderes, pero sin responsabilidad con el pueblo afectado, e impactado por huracanes, terremotos y una pandemia con resultados de sobre 130 muertos.
Sin embargo, Puerto Rico tiene una cantera de talento extraordinaria, algunos con experiencia y reconocimiento internacional, capacitados para contribuir a la solución de los problemas que aquejan al país. De ellos, la mayoría todavía residen en la isla, y de los emigrados, muchos están disponibles para ayudar.
Si bien existe este recurso, el país no puede utilizarlos porque el liderato político restringe el reclutamiento de los funcionarios públicos a su lealtad partidista. Mientras sea así, el derrotero de Puerto Rico tendrá de destino el fracaso, independientemente del status político final.
Las sociedades y países evolucionan en la medida que se nutren del mejor talento del país y, de carecerlo, de su importación. En la medida que se limite el reclutamiento por otras consideraciones como de raza, clase social, religión o partido político, el país se retrae.
Si Puerto Rico hubiera tenido esta filosofía en las décadas del cincuenta y sesenta, no habría logrado el salto socioeconómico que consiguió dar en ese período.
Las corporaciones públicas, como la Autoridad de Energía Eléctrica, eran modelos con juntas, directores y funcionarios de un nivel profesional de excelencia. La politización a principios de la década del setenta fue el germen que enfermó a la institución hasta agravarla con el desastre actual.
¿Cuántos de los oficiales del actual Gobierno de Rosselló-Vázquez se pueden identificar como personas no asociadas con el partido de gobierno?
Actualmente, Estados Unidos configura el peor modelo de administración pública. Llega al extremo de imponer, como requisito principal para formar parte del equipo del presidente Trump, rendirle lealtad incondicional.
Esta exigencia contrasta con la disposición del presidente Barack Obama de reclutar a personas de alto nivel para complementar su falta de experiencia administrativa. Retuvo a profesionales capacitados nombrados por su antecesor, como el secretario de Defensa, Robert Gates.
Identificar y reclutar talento basado en partidismos limita la calidad esperada de los funcionarios seleccionados. Presenciamos en los últimos años cómo el país termina con apadrinados sin las cualificaciones mínimas para desempañar sus funciones.
Administrar es un proceso serio y complicado que requiere experiencia y madurez. Los gobernantes les han delegado funciones importantes a personas sin ética que nunca han administrado ni supervisado personal.
Uno de los principios básicos de administración es que la autoridad y la responsabilidad van de la mano. En Puerto Rico, aquellos que tienen la autoridad rehúsan asumir la responsabilidad. Más aún, olvidan que su autoridad es efímera y transitoria y a quienes se supone que les respondan.
Algunos de los funcionarios, como evidenciaron los “chats”, pensaban que el servicio público es un juego y una forma acelerada o “shortcut” para aumentar sus riquezas personales. Más inexcusable, carecieron de la sensibilidad que les habría impedido atreverse a malgastar fondos públicos destinados a la recuperación de tragedias naturales como huracanes, terremotos y pandemias.
Es imprescindible que el gobierno electo en noviembre se comprometa a reclutar al mejor talento del país, fuera de líneas partidistas, para superar la crisis existente. Sin caer en el idealismo absurdo, es entendible que, en condiciones iguales, el gobernante seleccionará primero entre sus correligionarios. La clave es que el requisito no sea el partidismo, sino el talento.
Puerto Rico esta en una coyuntura histórica y la crisis no debe esperar a que otros la resuelvan algún día. Todavía existe el talento para resolver la compleja problemática aceptando una composición de lugar realista e identificando la ruta correcta en armonía con el gobierno permanente de Estados Unidos.