¿Es el puertorriqueño dócil?
Artículo publicado en El Nuevo Día
En 1961 el insigne escritor puertorriqueño, René Marqués, publicó un importante y controversial ensayo titulado: “El puertorriqueño dócil”. En él intentó describir la psicología del puertorriqueño de mediados del siglo XX.
El escrito está enmarcado en sucesos ocurridos en la década del cincuenta, entre ellos la Guerra Fría, la hegemonía del Partido Popular Democrático con su revolución social y el programa Operación Manos a la Obra, la Revolución de 1950, la creación del Estado Libre Asociado en 1952, la Demostración Armada en el Congreso en 1954, la lucha de los derechos civiles en Estados Unidos, la Revolución Cubana en1959, el surgimiento de una generación joven con la elección del presidente John F. Kennedy, y la lucha política de la iglesia católica con el PPD en 1960.
El autor define al puertorriqueño como sumiso, manso y obediente. Concluye que esto responde a que es débil o ignorante, o víctima de un complejo de inferioridad.
Marqués resalta que lo que en la década del veinte era aplatanado y ñangotado, en la década del treinta se convirtió en resignado y fatalista, y evolucionó en pacífico, tolerante y democrático.
El autor apunta que para el puertorriqueño dócil, ser “democrático” significa que “tolera, con asnal docilidad, lo que cualquier hombre civilizado no soñaría tolerar en ninguna democracia del mundo contemporáneo”.
Enfatizó que esto no era un rasgo intrínseco del puertorriqueño, sino el resultado de 450 años de coloniaje.
Marqués comenta sobre el soldado valiente pero sumiso en la Guerra de Corea, muestra al nacionalista suicida, y presenta al anexionista como un “muerto en vida… condenado a sí mismo a destruirse como puertorriqueño”.
El escrito apunta que en el estadolibrismo, el puertorriqueño dócil “encuentra su más cómoda y natural expresión… habiendo logrado cuajar en forma casi doctrinaria la realidad psicológica del pueblo”. Resalta que es un formidable ejemplo de lo que es “dorar la píldora”.
Luego de que el Estado destruyera físicamente a Pedro Albizu Campos y el Nacionalismo, indicó el autor, el Partido Independentista tuvo un “papel psicológico” en la sociedad puertorriqueña, con el que alivió la conciencia del gobernante.
El autor resalta que en 1960 los obispos estadounidenses, desconocedores de la historia y la cultura puertorriqueña, quisieron sustraer la docilidad del puertorriqueño, que respondió al Estado por varios siglos, y dirigirla hacia la Iglesia, lo que resultó fallido.
También señala la dependencia de informes realizados por estadounidenses, a los cuales clasificó en la “categoría de dogma rígido, inatacable e inexpugnable”, como el informe de Perloff, mientras se ignoraban los posibles enfoques distintos de otros países o del talento local.
En el siglo XXI no vemos los complejos de inferioridad tan visibles y humillantes del pasado. Por el contrario, presenciamos un deseo imperioso de ser respetados y tratados como iguales.
Tenemos tres eventos diáfanos que dramatizan la ausencia de docilidad del puertorriqueño moderno.
El primero se produjo a principios del siglo como resultado de la muerte accidental, causada por un misil, del viequense David Sanes en 1999. El pueblo se sublevó contra la Marina de Guerra más poderosa del mundo exigiendo la suspensión del uso de la isla de Vieques para sus prácticas militares. En 2003 la Marina abandonó a Vieques y clausuró su base naval de Roosevelt Roads. Las protestas masivas lograron su salida sin disparar un tiro.
El segundo evento se registró en 2018 cuando los puertorriqueños exigieron la renuncia del gobernador Ricardo Rosselló por su incapacidad e insensibilidad ante los estragos del huracán María en 2017. Esta victoria del pueblo se logró también sin disparar un tiro.
El tercer evento lo plasma la consigna osada del joven puertorriqueño de Vega Baja, Benito Antonio Martínez Ocasio (Bad Bunny), de conquistar el mundo con su talento innato, utilizando su idioma y resaltando la cultura y nacionalidad puertorriqueña. Su éxito sin precedentes en la industria del entretenimiento y proyección internacional de su nación son únicas en la historia.
El puertorriqueño dócil de René Marqués ha quedado encajonado en los anales de la historia. El puertorriqueño moderno se respeta, resalta su autoestima y se encamina a un futuro descolonizado políticamente.