La complacencia del Boricua colonizado

Artículo publicado en El Nuevo Dia.
Ante la desaparición de la importancia militar estratégica que tuvo Puerto Rico, el colapso del modelo económico, la bancarrota, los huracanes, los terremotos y la pandemia, el país ha desarrollado una actitud de resignación que lo ha arrastrado a otra de complacencia.
Esta ha desplazado la actitud innovadora, visionaria, emprendedora que permeaba en el Puerto Rico de la segunda mitad del siglo XX, promovida por la metrópolis.
Puerto Rico fue la capital mundial de la industria farmacéutica hasta 1996 cuando, a petición del gobernador Pedro Rosselló, el presidente Bill Clinton y el Congreso republicano eliminaron la exención contributiva 936 a las farmacéuticas.
Este fue el detonante que nos condujo al colapso del modelo económico, que a su vez nos dirigió al aumento de la deuda pública, que terminó llevándonos a la bancarrota.
A pesar de la huida de muchas de las farmacéuticas, Puerto Rico continua teniendo un buen grupo de ellas con un personal adiestrado.
Era de conocimiento público a principios del 2020 que las farmacéuticas estaban en una carrera para descubrir la vacuna y prevenir que el mortal virus arropara el planeta.
Si Teodoro Moscoso estuviera en Fomento, a principios del año pasado habría visitado las sedes principales de las firmas para plantearles una “oferta que no hubieran podido rechazar” para que ampliaran sus operaciones y manufacturaran la nueva vacuna en Puerto Rico.
Moscoso les habría ofrecido construirles las instalaciones, ayudarlos a reclutar y transferir personal, proveerles una subestación de energía, etc.
En el Puerto Rico de hoy en lugar de buscar oportunidades, la actitud es de preocuparse por cuándo arriban las vacunas a la isla.
Lo mismo sucedió en el 2013 cuando Apple anunció que mudaría algunas de sus fábricas de China a Estados Unidos. Puerto Rico perdió una gran oportunidad de presentarle una oferta al gigante tecnológico que no pudiera rechazar.
Es incalculable el valor publicitario que habría tenido para Puerto Rico que Apple anunciara la transferencia de una de sus operaciones de China a la isla.
La complacencia permea el mundo empresarial a todos niveles. Los comerciantes locales se resignan cuando los alcaldes les ofrecen incentivos contributivos a las megatiendas para establecerse en sus municipios, lo que afecta adversamente a los negocios familiares cuyos ingresos permanecen en la economía local.
Lo mismo sucede con los agricultores que se resignan ante la competencia desleal generada por la importación de frutas y vegetales de Costa Rica y la República Dominicana.
Igual sucede con la Universidad de Puerto Rico, pieza fundamental para la formación de futuras generaciones.
Las plazas de profesores congeladas, la eliminación de viajes de estudios y programas culturales, la limitación de sabáticas van erosionando el entusiasmo y motivación y generan paulatinamente una complacencia fatalista en las instituciones.
En la política, una nueva ley electoral impuesta en el 2020 sin consenso de los otros partidos políticos afectó los resultados eleccionarios. La complacencia del silencio allanó el camino a los cambios sin consenso.
Franz Fanon, el insigne filósofo político de Martinica, nos diría que la raíz de esta complacencia reside en la condición colonial de la isla.
Esta promueve la dependencia de la metrópolis que permite la complacencia.
El colonizado acepta su condición inferior, lo que mina sus iniciativas y afecta su autoestima.
También aprende a caminar los pasillos del poder y la corrupción en la metrópolis para lograr victorias pírricas y efímeras.
Afortunadamente, surge una luz al final del túnel: dos de los congresistas más poderosos, la puertorriqueña Nydia Velázquez y su homóloga de origen boricua, Alexandria Ocasio-Cortez, preocupadas por la condición colonial de la isla, presentaron un proyecto de ley de autodeterminación, que evalúa todas las opciones descolonizadoras fuera de la cláusula territorial.
Ya veremos si la complacencia impera nuevamente y rechazamos esta oportunidad para continuar en negación, durmiendo el inalcanzable sueño de los justos.