July 17, 2013

La cultura en Puerto Rico

La cultura en Puerto Rico

 

Artículo publicado en El Nuevo Día.

Durante la década del cincuenta, Puerto Rico contaba con tres organismos que promovían la cultura,  dirigidos por protagonistas importantes del recién fundado Estado Libre Asociado: Ricardo Alegría dirigía el Instituto de Cultura Puertorriqueña; Teodoro Moscoso dirigía Fomento Económico con el Festival Casals, el cual propició la fundación del Conservatorio de Música y de la Orquesta Sinfónica; y Jaime Benítez dirigía la Universidad de Puerto Rico con su Teatro, Museo y actividades culturales. 

Estas labores recibían el respaldo del Departamento de Instrucción Pública mediante sus estaciones de radio y televisión (WIPR) y la División de Educación de la Comunidad.

Estas organizaciones culturales eran prioritarias para el gobernador Muñoz Marín, quien tenía una visión clara sobre su importancia y contribución al desarrollo del país.

Con el pasar de los años, la gestión cultural se fue fragmentando.  Se crearon organizaciones paralelas (como la Oficina Estatal de Preservación Histórica respecto al Instituto  de Cultura Puertorriqueña) y nuevos organismos para administrar los teatros y  museos. 

Las representaciones  musicales se independizaron de Fomento, y la Orquesta Sinfónica,  el Conservatorio y el Festival Casals trabajaban como estructuras paralelas.

Se constituyeron juntas independientes con sus propios presupuestos, agendas y burocracias.

Para entender las funciones del Instituto de Cultura Puertorriqueña, hay que remontarse al momento histórico de su fundación: la Revolución de 1950,  la criminalización  del independentismo y la fundación del ELA. 

El ICP cumplió dignamente su misión de rescatar y proteger el patrimonio nacional. Ahora no debe desmantelarse, pero en un mundo globalizado y moderno, tampoco quedarse aislado del resto del quehacer cultural del país.

Es ingenuo pensar que la “autonomía” del ICP conduce al aislamiento político.  Nadie debe olvidar al ICP de Leticia del Rosario,  la medalla entregada por De La Torre  a Romero Barceló ni el casi desmantelamiento del que fue objeto la institución por parte del gobierno de Fortuño.

En el caso del Festival Casals, ya no es necesario importar músicos para una orquesta temporera porque la Orquesta Sinfónica ha llenado ese espacio brillantemente.

La administración del Festival ha hecho malabares para mantenerse a flote a pesar de la falta de compromiso de los gobernantes de turno.

 El museo, el teatro y las actividades culturales de la Universidad de Puerto Rico ya no son responsables de suplir la necesidad del país, sino la de la comunidad universitaria.   

El Conservatorio de Música gradúa estudiantes excelentes que no tienen oportunidad de empleo en el país. 

El Archivo General de Puerto Rico prevalece en un franco deterioro que pone en peligro el patrimonio nacional. 

El edificio de la Escuela de Artes Plásticas carece de fondos para su mantenimiento.  Los músicos de la Orquesta Sinfónica siguen siendo remunerados inadecuadamente y se ven forzados a tener trabajos complementarios.

El ICP apenas tiene fondos para sus festivales, proyectos, editorial y centros culturales.  Los artistas están huérfanos de respaldo del gobierno.

Mientras nos quedemos fragmentados y carentes de un proyecto cultural coherente, en un país con déficits fiscales, sin recursos adecuados, las estructuras continuarán languideciendo.

Una secretaría de la cultura es la mejor apuesta que tiene Puerto Rico para establecer una política cultural coherente, que aúne los recursos existentes y utilice modelos como el de Francia o la ciudad de Nueva York. 

Un secretariado de cultura sería el portavoz del mundo cultural, e interlocutor con el gobierno.  No debería aumentar la burocracia, sino consolidar las entidades existentes y maximizar los recursos. 

No hay razón para pensar que dirección cultural sea sinónimo de dirigismo cultural.

Si bien la cultura debe verse como gestora de actividad económica y empleos, no tiene que someterse a una visión neoliberal de subordinar la actividad cultural a la generación de ingresos.

Su misión debe ser  educar y proteger el patrimonio nacional; fomentar actividad económica y crear empleos; y establecer a Puerto Rico como un centro cultural internacional.