La demagogia política

La demagogia es una técnica de persuasión que busca el apoyo popular mediante la manipulación de emociones sin prestar importancia a la veracidad de los argumentos.
El demagogo suele distorsionar la verdad, exagerar promesas y culpar a otros.
La historia está llena de ejemplos de demagogos políticos: desde Julio César, Benito Mussolini, Adolf Hitler y Mao Zedong hasta el contemporáneo Donald Trump.
Trump representa el modelo del demagogo por excelencia. En su caso, no hay diferencia entre la demagogia y la mentira complementado con su personalidad sociópata y narcisista.
La demagogia efectiva de Trump ha logrado convencer a una tercera parte de la población de sus argumentos.
A pesar de la evidencia contundente en su contra, Trump la ha convencido de que Biden no ganó las elecciones del 2020.
A los militantes que atacaron el Capitolio aquel 6 de enero, buscando asestar dar un golpe de Estado, inspirados por el propio Trump, y que ocasionaron muertes y heridos, Trump los perdonó y hasta los proclamó patriotas y héroes. Declaró el evento “Day of Love”.
Un presidente convicto y dos veces residenciado (impeached) se ha presentado como víctima y ha politizado los instrumentos de justicia e inteligencia para “despolitizar” las agencias, implementar sus proyectos y perseguir a sus contrincantes.
Trump ha criminalizado a los inmigrantes y, obviando los procesos de ley, ha utilizado a ICE como su Gestapo para atraparlos y enviarlos a prisiones dantescas en el exterior.
En 2020 torpedeó la legislación bipartita para lidiar con el problema migratorio, lo convirtió en una crisis política y luego se presentó como su solución.
Trump no cree en la separación de poderes. Pregona en las redes sociales: “He who saves his Country does not violate any Law”.
Los congresistas republicanos se han rendido ante las amenazas claudicando sus responsabilidades fiscalizadoras y se han postrado cobardemente al servicio del gobernante.
El Tribunal Supremo, a su vez, ha optado por validar las ejecutorias de Trump. La juez Sonia Sotomayor denunció que Trump “ha convertido nuestra Constitución en una burla solemne. En lugar de mantenerse firme, la Corte se rinde”.
Si bien, durante la campaña electoral, Trump se vendió como el rescatador de la economía, sus erráticas e inestables acciones y pugnas tanto con la Reserva Federal como con sus vecinos inmediatos y aliados tradicionales: Canadá y México, han creado incertidumbre en la Bolsa y los mercados mundiales.
Trump ha declarado la guerra a la educación y a la salud pública restando respaldo económico a estos dos pilares críticos para las futuras generaciones. Estados Unidos era el lugar predilecto de los estudiantes internacionales y de los investigadores científicos.
Los casos de turistas europeos arrestados por agentes del ICE y encarcelados por semanas sin justificación alguna colocan a Estados Unidos al nivel de Corea del Norte.
A Estados Unidos le tomó décadas colocarse en la posición de liderato mundial como defensor de libertades contra tiranías, promotor de la democracia, creador del Plan Marshall para reconstruir los países derrotados y salvador de 25 millones de personas en África, víctimas de VHI/SIDA.
En cuestión de semanas, Trump ha quebrantado la relación con sus aliados, ha creado suspicacia y desconfianza con sus adversarios y con su errática ejecutoria ha causado miles de muertes en la Guerra de Ucrania, y con su solidaridad con Netanyahu ha incrementado el genocidio en Gaza.
Un demagogo efectivo ha transformado a Estados Unidos de un modelo a emular a un paria.
En el plano local, tenemos nuestras versiones demagógicas con la líder del PNP clamando fantasiosamente que “no tiene duda de que Puerto Rico se va a convertir en un estado”, y el líder del PPD reclamando a sus huestes que dejen atrás “la timidez, cobardía e ignorancia” en defensa del ELA, un estatus ficticio, producto de la demagogia y rechazado por el pueblo y las tres ramas de Gobierno de la metrópolis.
En el caso de la Alianza, celebran demagógicamente su casi triunfo electoral mientras rehúsan analizar científica y objetivamente las razones por las cuales no fueron ganadores.
La historia prueba que los demagogos tarde o temprano son derrotados por sus propias ejecutorias.
Hasta el temerario, casi octogenario, Trump, rodeado de mediocres aduladores, terminará derrotado en los anales de la historia.