La importancia de los comerciantes

En las décadas del cincuenta y sesenta el empresarismo local, complementado con inversiones extranjeras, galvanizaron el crecimiento económico.
La inversión foránea evolucionó en la década del setenta con las petroquímicas y llegó a su punto culminante con la industria farmacéutica en las décadas del ochenta y noventa.
La actividad económica origina la creación de empleos y el desarrollo de una sociedad vibrante, que viabiliza la justicia social para minimizar la desigualdad y conseguir el disfrute de una alta calidad de vida.
El Puerto Rico de las últimas décadas ha abandonado a su clase empresarial. Es impresionante la cantidad de negocios locales que han desaparecido y han sido reemplazados por firmas extranjeras que responden a intereses ajenos al país y transfieren sus fondos al exterior horas después de completarse las transacciones comerciales.
Es simbólico que instituciones como la Cámara de Comercio y la Asociación de Industriales sean una sombra de lo que fueron hace unas décadas.
La clase política ofrece incentivos a las megatiendas, escalando más aún sus ventajas competitivas, para que se establezcan en sus municipios a expensas de los comerciantes locales. En países soberanos y en los propios estados de la Unión, la clase política protege al comerciante local.
Unos de los ejemplos más dramáticos de la desaparición de un sector comercial es el de las librerías. La llegada de Borders ocasionó el cierre de muchas locales. Aunque la operación local de Borders era rentable, cerró sus tiendas en la isla como resultado de problemas financieros en la matriz.
En el proceso, Puerto Rico terminó con un sector comercial colapsado, reducido a un puñado de librerías operando en un mercado contraído, lo que a su vez afectó adversamente la publicación de libros en el país, instrumento neurálgico para la superación intelectual del pueblo.
El financiamiento es el recurso crítico para el desarrollo de los negocios. Los pocos bancos locales que han sobrevivido a la crisis están limitados para financiar nuevos negocios o expansiones debido a los reguladores federales que imponen criterios y métricas ajenas a nuestra economía en depresión.
Esto coarta la posibilidad de que la banca local pueda convertirse en el motor del desarrollo económico como es lo propio en cualquier economía de mercado en el mundo.
Una forma inmediata de oxigenar a la clase comercial del país es utilizar los recursos de cabildeo del gobierno en la metrópolis para forzar la flexibilización de los reguladores federales sobre la banca local.
Nuestros comerciantes apenas se benefician de los nuevos fondos federales que se insertan en la economía tras los estragos de los huracanes. En muchos casos estos fondos vienen pre asignados anuevas corporaciones estadounidenses que se establecen temporalmente para beneficiarse de la zafra, y luego repatrian luego las ganancias.
Entre muchos ejemplos, hay una firma sureña que ha ganado cientos de millones de dólares subcontratada por FEMA para distribuir diésel.
¿Por qué el gobierno federal no utiliza esta oportunidad para promover el mercantilismo local, creando o fortaleciendo empresas nativas que contribuyan al desarrollo económico, y en el proceso se aporte a reducir la dependencia de fondos federales?
Durante las últimas décadas los políticos de turno se han dedicado a aumentar las transferencias federales y el endeudamiento, en lugar de estimular el desarrollo económico y la creación de empleos.
Ahora el responsable de Puerto Rico, el Congreso, mediante su Junta de Control Fiscal, se concentra en reducir gastos del gobierno y pensiones, lo cual genera un mayor desempleo y gasto social, en vez de promover el desarrollo económico y la creación de empleos.