June 8, 2013

La música y la cultura como puntas de lanza

La música y la cultura como puntas de lanza

Discurso por el Dr. Ángel Collado Schwarz ante la quincuagésima clase graduanda del Conservatorio de Música de Puerto Rico el 8 de junio de 2013

La música y la cultura como puntas de lanza

Señor rector, Luis Hernández Mergal, miembros del Senado Académico, miembros de la Junta de Directores, miembros de la Facultad, estudiantes y público en general.   Es para mí un gran honor dirigirme a esta quincuagésima clase graduanda de una de las principales instituciones de nuestro país: el Conservatorio de Música de Puerto Rico creado en 1959 bajo la inspiración del virtuoso violonchelista catalán, Pablo Casals, y la gestión visionaria del presidente de la Cámara de Representantes, Ernesto Ramos Antonini.

Este es un año memorable para graduarse de un conservatorio de música, pues celebramos  el bicentenario del natalicio de dos de los músicos  más célebres de todos los tiempos: Richard Wagner y Giuseppe Verdi.

A ustedes les ha tocado graduarse en un año de mucha efervescencia y transiciones y en una época convulsa que no se limita a Puerto Rico, sino que arropa nuestro globo terrestre.    En esta ponencia les lanzaré algunas ideas y planteamientos en el sector cultural, los cuales representan oportunidades para ustedes, las nuevas generaciones, quienes deben tomar posiciones proactivas.

Esta institución tiene la misión de educar y perfeccionar las destrezas musicales de personas como ustedes, los jóvenes músicos de Puerto Rico.  Como diría el virtuoso pianista y director musical de la Berlin Staatsoper y la Scala de Milán,  Daniel Barenboim: “Nosotros, los músicos, somos hijos de este tiempo, de este mundo. Nuestra misión es ejecutar piezas concretas. No estoy de acuerdo con el término intérprete. Somos ejecutantes. Son los políticos quienes necesitan intérpretes para ser comprendidos, no los artistas, ni el genio creador. Y como tales, trasladamos los signos negros de un pentagrama a un mundo físico y carnal, fabricamos algo concreto con guías e instrumentos. Trasladamos, traducimos al público unas indicaciones que esperamos haber comprendido y profundizado.”

De todas las artes, considero la música  la más sublime.  Cada ejecución es única, irrepetible.  Como decía Ferruccio Buzón: "Es aire sonoro".  Una vez terminada la música, desvanece el sonido y sólo perdura el recuerdo y el impacto que ha dejado en nuestras emociones.  Un impacto efímero y transitorio que muere con el tiempo.  En algunos seres humanos se prolonga por unos minutos; en otros, su duración es más extensa.

Hace unos meses visité el hospital Albert Schweitzer en Lambarené, República de Gabón, que lleva el nombre del insigne médico, filósofo, teólogo y músico que lo fundó en 1913 con el propósito de socorrer a los necesitados.   En su casa-museo todavía se conserva su piano y música.  Schweitzer decía que la música era un medio para refugiarse de la miseria de la vida.

El principal pensamiento de Schweitzer está enmarcado en la filosofía de reverencia a la vida, la cual consideraba sagrada, y tenía fe en que “lo mejor del hombre prevalecerá”.

Para Schweitzer, “el hombre es ético únicamente cuando la vida le es sagrada, sea de plantas, animales o de seres humanos, y cuando se dedica a llevar auxilio a toda vida que lo necesite”.  Fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1952.

Schweitzer fue uno de los estudiosos e intérpretes más prominentes del más destacado compositor barroco, Johann Sebastián Bach.  Ese amor por Bach, junto a su compromiso con la paz mundial, es lo que lo unió en amistad al eximio  violonchelista  Pablo Casals.

Marta Istomin Casals es probablemente la única puertorriqueña viva que conoció a Schweitzer cuando este ofreció en privado a ella y su esposo Pablo Casals un concierto de Bach al órgano en la iglesia de su pueblo natal, Gunsbach, en Alsace. 

El 13 de noviembre de 1961, el presidente John F. Kennedy celebró una cena de gala en honor al gobernador Luis Muñoz Marín, seguido por un concierto ejecutado por Pablo Casals, quien residía en Puerto Rico para aquel entonces.  Al evento asistieron algunos de los principales compositores del momento, entre los que se encontraban Samuel Barber, Leonard Bernstein, Elliot Carter, Aaron Copland, Gian Carlo Menotti y Roger Sessions quienes compartieron con nuestro compositor Rafael Hernández, el Jibarito, y nuestros músicos Jesús Figueroa y Jesús María Sanromá.  Nuestros músicos puertorriqueños compartieron la velada junto a las principales personalidades políticas, gubernamentales, militares, económicas, académicas y sociales de los Estados Unidos.

El talento musical de los puertorriqueños sobresale en todas partes y ha enaltecido a nuestro país.  En el mundo de la ópera,  a principios del siglo XX,  el tenor ponceño, Antonio Paoli, se presentó en los principales teatros del mundo y se le conocía como “el Rey de los Tenores y el Tenor de los Reyes”.  El bajo Justino Díaz  inauguró el Metropolitan Opera House en el Lincoln Center y el John F Kennedy Center, en Washington, D.C.   A ellos se unen un sinnúmero de otros y otras cantantes de ópera que han descollado en el mundo.

 Nuestro talento musical  también ocupa sillas prestigiosas en las orquestas más relevantes del mundo y nuestros intérpretes de música popular contemporánea llenan coliseos en las principales ciudades del planeta.

Nuestros compositores han sido reconocidos a través del orbe.  Entre ellos se encuentran  Juan Morel Campos, Manuel Gregorio Tavárez,  Rafael Hernández, Noel Estrada, Pedro Flores, Bobby Capó, Sylvia Rexach y Amaury Veray.   Nuestros intérpretes de música popular han deleitados a nuestros hermanos hispanos durante varias generaciones: desde el trío Los Panchos, Felipe Rodríguez, Tite Curet, Rafael Cortijo, Ismael Rivera y el Gran Combo.

Nuestros trovadores con sus conjuntos han representado dignamente a Puerto Rico en concursos internacionales y han llevado nuestra música a numerosos rincones del mundo.

La música es uno de los principales elementos que une a nuestro pueblo, es el alma de un pueblo.  Nuestros ritmos musicales han tenido una presencia protagónica a lo largo de nuestra historia como nación: la danza, la guaracha, la música jíbara, la bomba, la plena, la salsa y el raggaetón.  El elemento musical ha estado representado en otras manifestaciones culturales nuestras como en la literatura, el teatro y las artes plásticas.  Un memorable ejemplo es  El velorio, de Francisco Oller, con sus estampas de  músicos  en el lienzo.

La música no solo nos brinda deleite y alimento al alma sino que nos enseña un método, un orden, una disciplina y a trabajar en equipo.  La educación musical maximiza el potencial del ser humano.  La música en grupo ayuda a la socialización, acercando a personas entre si que deben ejecutar y escuchar, respetarse, adaptarse y colaborar por el bien del grupo.

Estos son elementos imprescindibles para crear una sociedad plena.  Puerto Rico necesita integrar la enseñanza de la música a la educación general. Debemos incorporar el talento innato que nos prestigia, en el desarrollo de las nuevas generaciones. Los puertorriqueños tenemos la música en nuestras venas.

Investigaciones científicas reflejan que el estudio de la música tiene un efecto formidable en el desarrollo de las destrezas mentales de los estudiantes. 

Los sistemas educativos y los estudiantes de las escuelas en Hungría, Holanda y Japón han sobresalido en competencias internacionales.  En estos países la educación musical forma una parte integral del currículo. Ellos reconocen los beneficios a largo plazo de la educación musical y por ello la hacen una parte integral de la educación de los niños.

El educador musical suizo, Emile Jaques Dalcroze, contribuyó con un método de aprendizaje que experimenta con la música a través del movimiento.  La educación rítmica es para un niño un factor importante en la formación y equilibrio del sistema nervioso porque ayuda en su coordinación motora. 

Según el investigador  J.P. Despins: “el ritmo musical estimula los dos hemisferios cerebrales… el hemisferio derecho recibe el estímulo musical y el izquierdo interpreta y controla la ejecución… La música siempre será el mejor medio para desarrollar y acrecentar en forma adecuada este fenómeno cerebral”.

Un estudio realizado en las universidades de Friburgo y Salzburgo refleja que los alumnos que asisten a clases de música obtienen mejores calificaciones en otras materias. En una muestra de 1.200 alumnos, se observó que quienes recibían formación musical aprendían más fácilmente matemáticas y lenguaje.

O sea, según estos estudios, la música puede representar un papel importante para potenciar la inteligencia.

Hace un par de años tuve la experiencia de visitar dos escuelas preescolares que utilizaban el concepto de educar a través de la música en lugar del enfoque tradicional de educación musical.  Uno es un proyecto de Daniel Barenboim en Berlin en el cual participan los músicos de la Berlín Staatskapelle como profesores invitados y el otro proyecto funciona bajo el nombre de Barenboim Said Kindergarten en Ramallah, Palestina.  Uno de los proyectos tiene lugar en un país del primer mundo, y otro, en un país tercermundista ocupado políticamente.  En ambos casos, la música desempeña un papel protagónico en el proceso educativo de las generaciones futuras.

La música puede también unir personas de distintas ideologías políticas.  Puede lograr que hijos de enemigos mortales se unan en un mismo fin.  El mejor ejemplo de esto es la Orquesta West Eastern Divan, fundada por el músico judío, Daniel Barenboim, y el fenecido humanista palestino, Edward Said.  La orquesta, compuesta por jóvenes musulmanes, cristianos y judíos, ejecutan  música de la más alta calidad. Hace unos años se presentaron en las Naciones Unidas donde dieron cátedra a los diplomáticos de cómo la paz es posible entre enemigos legendarios.

El talento musical es democrático.  No está limitado a razas ni a clases sociales. La mayoría de los grandes compositores no provienen de clases sociales altas. Más allá, la música puede servir como medio para el desarrollo de una revolución social como la lograda en nuestro país vecino, Venezuela, con la llamada “orquesta de los pobres”.  

Hace 34 años el Dr. José Antonio Abreu lanzó un proyecto revolucionario con el nombre Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles, conocido como “el Sistema”,  en el cual ya 270,000 niños de las clases más pobres de Venezuela han formado parte de un experimento musical que da sentido, futuro y educación a sus vidas.

A los niños de las barriadas rodeadas de miseria se les entrega un instrumento que se convierte en su arma o, como dice Abreu:  el niño, como un náufrago, se aferra a su instrumento como una tabla de salvación.  Por eso ensayan cuatro horas diarias y sus vidas adquieren repentinamente un sentido profundo, el cual se contagia a sus familias y a la comunidad.

Ya para estos niños la delincuencia no es la única salida. En la orquesta son alguien importante y junto con los compañeros pueden deleitar a la comunidad.

Los venezolanos decidieron rebelarse contra la pobreza, contra la ecuación musical elitista.  Utilizaron la música como medio para combatir la inequidad y la justicia social, y maximizar el potencial de las nuevas generaciones.

El proyecto venezolano ha logrado reconocimiento mundial, el respaldo de músicos del calibre de Claudio Abbado y Simon Rattle, y ha colocado a uno de los más talentosos productos de este experimento, Gustavo Dubamel,  en la dirección de la Orquesta Filarmónica de Los Angeles. 

Los venezolanos no tuvieron la fortuna de tener en su país a un Pablo Casals, quien fundó este Conservatorio, la Orquesta Sinfónica y  el festival musical que, según Daniel Barenboim, tiene  el historial más extraordinario en todas las  Américas, desde Montreal hasta Punta del Este.  Desgraciadamente, el Festival Casals no es en la actualidad ni una sombra de lo que fue,  es dominado por la improvisación y los caprichos de los gobiernos de turno. Un festival internacional no se puede programar meses antes de llevarse a cabo.  Estamos perdiendo la oportunidad única de utilizar al Festival Casals como plataforma internacional para Puerto Rico

Las manifestaciones culturales se interconectan y complementan.  No pueden maximizarse aisladamente.  Puerto Rico no puede continuar con estructuras culturales separadas sin una política cultural coherente. Algunas de estas estructuras cumplieron su misión histórica, pero no pueden seguir viviendo ajenas a un mundo globalizado que ha cambiado; hay que traerlas al siglo XXI.  

El Instituto de Cultura Puertorriqueña cumplió a cabalidad su cometido de rescatar, conservar y promulgar la cultura puertorriqueña.  Ya la misma está estipulada y nadie puede negar la existencia y permanencia de la cultura puertorriqueña.  Llegó el momento de evolucionar, de insertarla e integrarla en el quehacer cultural del país. 

Francia es probablemente el mejor ejemplo de la forma de incorporar la cultura nacional al quehacer cultural del país.  Charles De Gaulle creó un ministerio de cultura bajo la dirección de André Malraux quien, con su concepto de  “democratización de la cultura”, logró convertirla en un modelo digno de estudiar.

La cultura no debe verse como un gasto o donativo, sino como un gestor económico, como lo es en las principales capitales del mundo. Por ejemplo, en la ciudad de Salzburgo la cultura genera mucho más dinero que el de las asignaciones gubernamentales al quehacer cultural.  En el caso de la ciudad de Nueva York, los museos, el teatro, el cine, las orquestas, la ópera, el ballet, y los conservatorios representan una de las fuentes de ingreso más importantes para la ciudad.

La cultura debe verse como generadora de empleos y de actividad económica, exportadora de nuestra creatividad y defensora y promotora de nuestra clase artística.

Tenemos que aunar esfuerzos y crear una secretaría de cultura para reenfocar las gestiones culturales del país con tres objetivos principales: educar y maximizar la creatividad de los puertorriqueños, protegiendo a la vez la cultura puertorriqueña; generar actividad económica, creando empleos;  y establecer a Puerto Rico como centro cultural internacional.  

Esta secretaría debería trabajar estrechamente con el Departamento de Educación, la Universidad de Puerto Rico y el Departamento de Desarrollo Económico.

Puerto Rico debe acoger el Artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidask el cual dicta que “toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”.

Puerto Rico tiene que explorar nuevos enfoques para crear una mejor sociedad con  calidad de vida, que desemboque en un mejor país. Hemos planteado tres nuevos enfoques en el ámbito cultural: 

* Insertar la música  en el proceso educativo de Puerto Rico a todos los niveles, enfocándola como un recurso, no como una asignatura.  

* Adaptar el modelo venezolano, “el Sistema”, que utilice la música como medio para rescatar a nuestros jóvenes, ofreciéndoles oportunidades, dando sentido a sus vidas y cerrándoles la opción de la delincuencia y el mundo de las drogas. 

* Crear una política cultural coherente, con una secretaría de cultura fortalecida con las demás  instituciones independientes maximizando los recursos.

Ustedes, los graduandos,  ahora como protagonistas del quehacer cultural del país, deben conscientizarse sobre las oportunidades y formas de desarrollar nuestro mundo cultural.

Ustedes son personas afortunadas porque han sido dotadas con un talento que han podido  desarrollar y perfeccionar en esta prestigiosa institución.  Ahora les corresponde vivir la música, ejecutarla, tocar el alma de todos los que estén escuchando sus ejecuciones, quienes se rindirán a ustedes, consciente o inconscientemente, en un viaje, una aventura de emociones desconocidas.

Albert Schweitzer reflexionaba: “El éxito no es la clave para la felicidad, sino la felicidad es la clave para el éxito. Si a uno le apasiona lo que hace, logrará el éxito”. 

Les exhorto a que vivan la música apasionadamente y encontrarán la felicidad y el éxito.  Muchas gracias.