Oct. 6, 2021

La peligrosa dependencia alimentaria

La peligrosa dependencia alimentaria

 

 Artículo publicado en El Nuevo Día.

En días recientes, el “periódico de récord” de Estados Unidos, The New York Times, publicó un artículo titulado “How the U.S. Dictates What Puerto Rico Eats”. 

 El escrito apunta que la dependencia de la importación alimentaria, combinada con el alto costo de transportación impuesto por las Leyes de Cabotaje, afecta adversamente la dilapidada economía local “satisfaciendo las necesidades de sus colonizadores”.

En 1898 Puerto Rico era autosuficiente alimentariamente, exportaba su café altamente cotizado a Europa y no tenía deuda pública.

El nuevo Gobierno invasor devaluó el peso puertorriqueño y perjudicó al empresario local al forzarlo a vender sus tierras a latifundistas estadounidenses prestos a convertir su nuevo territorio conquistado en una economía de monocultivo del azúcar para exportarla a un solo mercado: Estados Unidos.

Este nuevo escenario forzó al país a importar sus alimentos para poder subsistir.

Para complicar el escenario, la Ley Jones, impuesta arbitrariamente por el Congreso desde 1920, obliga a que la transportación de alimentos se efectúe exclusivamente en embarcaciones fabricadas, poseídas, registradas y tripuladas por estadounidenses.

Las tarifas de estas embarcaciones son mucho más onerosas que las de otros países.

Esta crisis socioeconómica creada por los estadounidenses los forzó a subsidiar la maltrecha isla con transferencias federales, cuyo aumento progresivo a través de los años ha arrastrado al país a la dependencia actual.  

En la década del cuarenta, el último gobernador estadounidense, Rexford G. Tugwell, quedó perplejo porque un Puerto Rico con tierra fértil, clima templado durante todo el año y abastecimiento de agua no fuera autosuficiente alimentariamente.

Con la salida de Tugwell, el programa Manos a la Obra terminó desplazando la agricultura y sustituyéndola por el desarrollo y la industrialización.

Actualmente, la agricultura representa menos del 1% del Producto Interno Bruto y el 2% de la fuerza laboral.

Una de las prioridades de todos los países es proteger la fuente alimentaria de sus ciudadanos.

Un país no puede depender de que circunstancias ajenas a los intereses nacionales determinen que sus ciudadanos carezcan de alimentos en caso de escasez o emergencia.

Puerto Rico vivió esta emergencia durante la Segunda Guerra Mundial cuando los submarinos alemanes limitaron la transportación marítima de alimentos a Puerto Rico.

Recientemente, los estragos del huracán María dejaron al país casi sin abastecimientos.

Los gobiernos de países soberanos protegen su industria agrícola y no permiten que alimentos importados desplacen los locales.

Estados Unidos no solamente protege su producto agrícola contra las importaciones, sino que lanza programas para promover su industria como el proyecto del presidente Kennedy, “Food for Peace”, que sustituía la exportación de armas por la exportación de comida.

El presidente Johnson subsidió la industria agrícola con su programa de cupones de alimentos destinado a los pobres.

En época reciente el presidente Trump socorrió a los agricultores protegiéndolos de los efectos de su guerra tarifaria con China.

Puerto Rico no protege a sus agricultores.

Los huevos importados de Estados Unidos, de pobre calidad, son desechados (“dumping”) en Puerto Rico, ofrecidos a un menor precio que los huevos del país, de mejor calidad.

Frutas y vegetales locales no pueden competir con el bajo precio de los importados de Costa Rica y la República Dominicana.

Afortunadamente, ha surgido una nueva generación apasionada y comprometida con el desarrollo de nuestra agricultura.

Ante la ausencia de ayuda gubernamental, han nacido iniciativas privadas, como Para La Naturaleza, que han llenado parcialmente el vacío dejado por el Estado.

Restaurantes como L’Olivo cultivan en sus fincas los ingredientes de sus ensaladas y otros como Verde Mesa promueven el consumo del producto agrícola local.

Expertos señalan que el calentamiento global afectará la agricultura forzando a los países a limitarse a abastecer solamente a sus comunidades.

La autosuficiencia alimentaria no es solo un asunto de desarrollo económico sino de sobrevivencia de una sociedad.

Urge un liderato político que así lo entienda.