June 30, 2022

La tendencia de las alianzas

La tendencia de las alianzas

 Artículo publicado en El Nuevo Día.

En el transcurso de los últimos años, partidos políticos tradicionales han perdido el poder ante nuevos movimientos políticos surgido de la formación de alianzas.

Este fenómeno se ha repetido en varios países hasta convertirse en una tendencia.

En 2017, Francia, potencia mundial, fue escenario del desplome de los partidos tradicionales cuando un joven de 39 años, Emmanuel Macron, abandonó el Partido Socialista y lanzó un nuevo movimiento, ¡En Marcha!, que lo llevó a ser elegido presidente.  

La nueva fuerza política se presentó como una opción desmarcada de los partidos políticos tradicionales y se posicionó como progresista con rasgos de la izquierda y de la derecha.

En 2022 Macron fue reelegido, pero perdió el control absoluto del Parlamento.

En El Salvador, en 2019 Nayib Bukele ganó la presidencia a los 39 años con su partido Nuevas Ideas, sepultando a los dos partidos tradicionales: FMLN y ARENAS.  El nuevo partido está desprovisto de ideología, ignora los conceptos de izquierda y de derecha y su mensaje se concentra en la eficacia.

En Perú, en 2021 Pedro Castillo, campesino de 51 años, ganó la presidencia con un discurso antisistema derrotando a la candidata de la elite peruana. Los partidos tradicionales ni siquiera llegaron a la última vuelta.

Gabriel Boric, de 36 años, logró en Chile en 2021 una alianza de centro-izquierda que lo llevó a la presidencia. El nuevo movimiento político, Convergencia Social, respalda los derechos civiles y la democracia.

El joven presidente no coincide con todos los planteamientos de los expresidentes chilenos de izquierda, respeta la figura de Salvador Allende y es un crítico acérrimo del régimen de Augusto Pinochet.

Boric ha criticado la invasión rusa a Ucrania, a Daniel Ortega por reprimir a la oposición política en Nicaragua, al Gobierno de Cuba por castigar a los participantes de protestas juveniles el año pasado y ha calificado al Gobierno venezolano de Nicolás Maduro como un experimento fallido. Ninguno de los líderes de los tres regímenes autoritarios latinoamericanos fue invitado a su inauguración.

Desde su victoria, Boric ha recibido acercamientos y llamadas de Joe Biden y de Xi Jinping.

En Colombia, hace unos días Gustavo Petro, de 62 años, candidato de Pacto Histórico, se convirtió en el primer presidente de izquierda en la historia del país. Los partidos tradicionales habían sido eliminados de la última vuelta.

En Puerto Rico, vemos una tendencia antibipartidista que comenzó en 2016 cuando el PPD redujo su porcentaje del electorado del 48 al 39%, y el PNP, del 47 al 42%. En 2020 continuaron su descenso: el PPD al 31% y el PNP al 32%. Ese año los electores fuera del bipartidismo alcanzaron el 37%.

El desempeño de Alexandra Lúgaro en las elecciones de 2016 había sido impensable. Su repetición en 2020, el dramático respaldo a Juan Dalmau y el avenimiento del Proyecto Dignidad cambiaron el escenario político del país.

El descenso del PPD a una tercera posición en la ciudad capital que gobernaba y la reducción del respaldo en sus bastiones tradicionales de Mayagüez y Caguas presagian su tormentoso futuro.

El PNP tiene su némesis en el Proyecto Dignidad y su impactante senadora.

El deterioro del gobierno compartido y los arrestos federales por corrupción en los dos principales partidos no les vaticinan a estos un buen futuro en 2024. Mucho menos si se incorporan electores que se abstienen de votar en las elecciones en espera de una nueva opción.

Existe una tendencia mundial de romper esquemas tradicionales que han generado insatisfacción en la ciudadanía como resultado de gobiernos ineficaces. Estos cambios eran impensables hasta que ocurrieron.

Ante la desesperanza, surgen alianzas entre líderes visionarios. Los pueblos están dispuestos a tratar nuevas opciones dentro de un marco democrático con derechos civiles, dispuestos a explorar nuevas oportunidades y modalidades de desarrollo y justicia social gestionadas por gobiernos transparentes.

 ¿Se unirá Puerto Rico a esa tendencia?