Nov. 24, 2011

Las encuestas, el status y la colonia

Las encuestas, el status y la colonia

 

Artículo publicado en El Nuevo Día.

Desde que comenzaron las encuestas políticas en Puerto Rico en la década del sesenta, nunca se ha visto una que refleje el status como el principal problema del país. Y probablemente nunca la habrá.

Las encuestas reflejan el sentir del entrevistado sobre un asunto en un momento determinado. Por eso las prioridades expresadas consistentemente han sido los problemas de seguridad/criminalidad/drogas y economía/empleos.  Nadie discute las causas de los problemas. 

Es como quien tiene un dolor en el brazo y no le preocupa la causa.  Por consiguiente, ignora que pueda estar experimentando un ataque cardiaco. 

El problema de la criminalidad está estrechamente ligado al narcotráfico.  Este prospera por la incapacidad de los federales de evitar que la droga entre al país por las fronteras que ellos controlan con exclusividad y por la falta de un programa salubrista para los usuarios.

Recientemente, oficiales federales admitieron al país su incapacidad ante la indiferencia de la metrópolis a asignarle recursos adicionales a su territorio no incorporado con los cuales combatir la importación de drogas y armas.

La raíz del problema económico es la falta de poderes para establecer un modelo económico que nos inserte en las redes de una economía globalizada.

Modelos económicos como Irlanda vivieron crisis similares a las de Estados Unidos y Puerto Rico, pero sus poderes soberanos les dotaron de herramientas para trazar un plan con el cual salir de la crisis. 

Irlanda ya no acapara las noticias; se habla mayormente de la crisis en Grecia, Italia, España y el mismo Estados Unidos.

En Puerto Rico continuamos en una caída libre sin luz al final del túnel. 

Los políticos se concentran en confeccionar sus promesas de campaña y enamorar al electorado que despertará a una cruda realidad el 2 de enero de 2013: aunque hayan cambiado los jinetes, la realidad de lo que éstos toman rienda cambiará muy poco porque  no se ha atacado la raíz del  problema.

Para dar una mirada nueva a Puerto Rico, primero debe hacerse una composición de lugar;  como diría el fenecido alcalde cagueño, Willie Miranda Marín, hay que llamar las cosas por su nombre: “colonia” lo que es colonia.

El ideólogo estadolibrista y prominente jurista José Trías Monge dijo: “Al término ‘colonia’ se le imparte una carga partidista que no debe llevar, ya que es sólo descripción neutra de una realidad innegable”.

Sobre el liderato estadolibrista, Trías Monge señaló: “El liderato del movimiento estadolibrista ha sido a menudo culpable de no hablar claramente y de confundir al Congreso… nunca usó la palabra ‘colonial’ para referirse a aspectos de la relación del Estado Libre Asociado, la palabra quedó proscrita del vocabulario de la mayor parte de dicho liderato”.

Al igual que en las colonias, las leyes de la metrópolis (Estados Unidos) aplican a los puertorriqueños sin su consentimiento. 

Actualmente, el Congreso da por sentado y ejerce los poderes plenarios sobre Puerto Rico que le confiere la cláusula territorial de la Constitución de Estados Unidos.

La indiferencia del Congreso a ejecutar el mandato del pueblo puertorriqueño, expresado en los plebiscitos de 1967 y 1993, de desarrollar el status actual, es prueba fehaciente del poder absoluto del Congreso sobre sus territorios.

En el contexto caribeño, la relación de Puerto Rico con su metrópolis es vergonzosa en comparación con el resto de las antiguas colonias caribeñas: en el aspecto soberanista, no hemos podido alcanzar el nivel de los territorios británicos; en el aspecto de integración, tampoco hemos igualado a los territorios franceses, y en la autonomía estamos muy detrás de las Antillas holandesas.

Trías Monge decía: “Somos pueblo tribalizado, desunido, olvidado de la necesidad de exigir derechos con voz fuerte y gruesa. 

Eso es lo que el colonialismo les hace a los pueblos: los disgrega, los amansa, les empobrece el espíritu, los convierte en mera algarabía de voces”.