Las penas del comerciante local

Artículo publicado en El Nuevo Día.
Todos los países del mundo protegen a los comerciantes locales y establecen un balance entre las megatiendas multinacionales y los establecimientos comerciales con capital nativo. Lamentablemente, ese no es el caso en Puerto Rico.
En los últimos meses Puerto Rico ha sufrido el cierre de los supermercados Grande con sus 29 tiendas y más de 2,000 empleados, y las farmacias El Amal con 22 tiendas y 600 empleados, luego de haberle vendido un grupo de establecimientos a una megatienda. Ambas empresas eran netamente puertorriqueñas.
A estas empresas tenemos que añadirles los siguientes negocios locales que han desaparecido en los últimos años: González Padín, García Commercial, Farmacias Moscoso, Los Muchachos, Velasco, Lema, Matías Photo Shop, Rahola, Ferreterías Merino, UniCoop, Supermercados Mi Gente, La Esquina Famosa, Ernesto Ruiz, Almacenes González, Giusti, La Giralda, New York Department Stores, y Librería Thekes entre otros.
Estas empresas no pudieron competir con las megatiendas debido a que los gobiernos de turno de los dos principales partidos políticos no establecieron política pública para protegerlas como hacen en otros países del mundo, comenzando con el propio Estados Unidos.
Estados Unidos protege a sus megatiendas. ¿Por qué la megatienda francesa Carrefour, que domina los mercados en Europa, América Latina, China y Asia, no opera en Estados Unidos dominado por Walmart?
Las megatiendas multinacionales, como es de esperarse, responden a los objetivos financieros de sus casas matrices, las cuales no necesariamente responden a los mejores intereses de Puerto Rico.
Un caso reciente fue el de las librerías Borders las cuales se acogieron a la Ley de Quiebras en Estados Unidos y afectaron sus operaciones locales a pesar de que su tienda en Plaza Las Américas es la que más vende de toda su cadena de tiendas en Estados Unidos y sus territorios.
La situación actual de los comerciantes locales no siempre ha sido el caso en Puerto Rico. En 1964 se aprobó en Puerto Rico la Ley 75 de Contratos de Distribución, que protege a los distribuidores de comestibles y bebidas.
Esta ley ha contribuido marcadamente a que un grupo de prominentes empresarios puertorriqueños hayan desarrollado exitosamente sus negocios de distribución de comestibles y bebidas, lo cual ha generado un capital nativo y ha contribuido a su vez al desarrollo de la economía local.
Las ganancias de los comerciantes locales se mantienen en Puerto Rico y ayudan al desarrollo del capital local, elemento esencial para el establecimiento de una economía próspera.
Pero los comerciantes locales, abandonados por los gobernantes de turno, no han recibido la protección adecuada para poder competir efectivamente con las megatiendas.
La categoría de farmacias no sólo perdió a sus dos cadenas principales, El Amal y Moscoso, sino que de 1995 al 2005 sufrió el cierre de unas 400 farmacias locales.
Se prevé que las farmacias locales sufrirán económicamente con la expiración de las patentes de medicina y su inminente sustitución por medicinas genéricas con ganancias reducidas para las farmacias.
A petición de una megatienda, el Tribunal Federal intervino en la industria derogando los Certificados de Necesidad y Conveniencia (CNC) que otorgaba a las farmacias el Departamento de Salud de Puerto Rico, lo que afectó adversamente a las farmacias locales.
El último gobernador estadounidense, Rexford Guy Tugwell, respaldaba el desarrollo de la industria y capital local. Tugwell advertía sobre el peligro de establecer una economía dependiente de la inversión extranjera.
Medio siglo después, irónicamente, los gobernantes puertorriqueños de turno promulgan con sus acciones la economía de consumo en lugar de la de producción, y la sustitución del empresario local por el extranjero.
Complica el escenario que los empleos producidos por estas megatiendas generan salarios mínimos y muchos son a tiempo parcial, sin permanencia y sin beneficios marginales.
Estos empleos contrastan dramáticamente con los de las farmacéuticas, los cuales son bien remunerados, y se transfieren de forma ascendente a otros países.