Dec. 27, 2013

Muñoz Marín y el consumismo

Muñoz Marín y el consumismo

Artículo publicado en El Nuevo Día.

Si Luis Muñoz Marín viviera, se moriría de angustia ante las escenas de turbas esperando el amanecer ansiosamente para irrumpir en las megatiendas  y poder acaparar los artículos deseados de las tan esperadas Ventas del “Black Friday”.

 El afán es adquirir productos indiscriminadamente, aunque no sean necesarios.

En sus dieciséis mensajes al país, de 1949 al 1963, el primer gobernador electo en nuestra historia advirtió consistentemente  de los peligros de una sociedad basada en consumismo innecesario.

En su mensaje al país del 1949, Muñoz Marín cuestiona si se debe definir la buena vida como “la mera multiplicación en el consumo de objetos triviales que exaspera el apetito adquisitivo, o si hemos de llamarle así al ideal creador de abolir la pobreza extrema y de ensanchar la libertad la seguridad y libertad en la vida de todo”.

En el mensaje de 1950 discutía los conceptos de gastar e invertir: “Gastar es lo fácil, y además es lo que alivia más visiblemente aunque más pasajeramente.  Por eso hay que hacer voluntad para invertir lo más posible y gastar lo menos posible, siendo esa la manera de acortar la actual situación de nuestro pueblo y llevarlo cuanto antes a libertarse de la miseria, a una vida de modesta prosperidad y buena seguridad”.

En el 1951 Muñoz Marín nos advierte que no debemos implementar todo los que se hace en países avanzados: “Lo importante es que se conserve salud de espíritu en el proceso: que no nos hagamos imitadores de todo lo que ha conllevado el industrialismo en otros sitios, malo o bueno…”

Muñoz Marín nos habla del consumo desproporcionado en su mensaje de 1952: “En la economía privada se advierte todavía un consumo desproporcionado- en su parte innecesaria- para país en tan difícil trance de Puerto Rico”.  

Decía: “Veo, en fin, una cultura de trabajo, de serenidad, de generosidad- modesta y buena en su vivienda, a gusto en sus quehaceres, resguardada en sus infortunios, abundante y sencilla en su mesa, alegre en la fiesta, sin pobreza y sin hábitos enloquecidos de consumo, apreciando al hombre por lo que le guste hacer más por lo que se proponga acumular, honda en el respeto a Dios: libre así de vanos enredos para el espíritu”.

En 1953 dice:”… todo consumo innecesario de artículos de verdadero lujo representa menos capital disponible para la expansión económica, volumen añadido al desbalance en los pagos, sin añadir en cambio planta industrial o desarrollo agrícola a Puerto Rico”.  

En 1956 comentaba: “En un país en el que todavía hacen falta tantos medios educativos y de salud y de empleos y de vivienda y de aseguramiento para el porvenir, debe invertirse en crear más riqueza productiva una parte sustancial de lo que ahora se gasta en consumos más o menos innecesarios”.

En 1958 critica  “… la propensión hacia los grandes consumos innecesarios que posterga grandes necesidades de alto valor espiritual y de gran urgencia para la supervivencia de la civilización”.

En 1960 comentaba: “El desarrollo económico no es un fin en sí mismo, sino base para una buena civilización…

La buena civilización, me parece a mí, es aquella que, satisfechas ciertas necesidades y comodidades fundamentales para todos continúa trabajando enérgicamente en crear mayor riqueza, pero la canaliza hacia valores más hondos, hacia satisfacciones más significativas y duraderas que la posesión y el consumo de una mera multiplicidad de mercancías”.

Aunque Muñoz Marín no logró desarrollar el status político de Puerto Rico ante la indiferencia de la metrópolis, nunca abandonó su objetivo de erradicar la pobreza y la inequidad, creando una sociedad con justicia social y calidad de vida.

Afortunadamente, Muñoz Marín no tuvo que presenciar las estampas de una sociedad arrastrada a un consumismo indiscriminado enmarcado en un ambiente de endeudamiento y sin ni siquiera poder cumplir cabalmente con los planes de retiro de sus ciudadanos trabajadores.