Oct. 26, 2021

Puerto Rico a espaldas del mundo

Puerto Rico a espaldas del mundo

 Artículo publicado en El Nuevo Día.

El calentamiento global y la polarización en Estados Unidos son dos crisis que afectan adversamente a Puerto Rico, pero son ignoradas.

El caso reciente del condominio en Rincón dramatiza la enajenación de ciudadanos y del Gobierno. La pugna surge por la insistencia de los residentes en reconstruir una piscina que fue destruida por el huracán María y su obstinación de ubicarla en el mismo lugar anterior.

¿Alguien en su sano juicio puede pensar que una catástrofe natural futura pueda ser menos dañina?

Es irónico que el secretario del Departamento de Recursos Naturales, cuya misión es proteger, conservar y administrar los recursos naturales del país, termine asumiendo la defensa de los propietarios de la controversial construcción.

Proyectos como el de Rincón y el de Costa Bonita en Culebra fueron aprobados en los años noventa por el Gobierno de Pedro Rosselló, violentando un sano procedimiento de evaluación y aprobación.

El Gobierno de Luis Fortuño despilfarraró millones de dólares en el desarrollo de un gasoducto, cínicamente bautizado como “Vía Verde”. Se pretendía atravesar las montañas desde Peñuelas hasta Arecibo, lo que afectaría 33 especies en peligro de extinción.

El Gobierno emitió bonos para financiar el fallido proyecto, que incrementaron la deuda pública.

La cancelación del proyecto le costó millones de dólares en penalidades y prevaleció nuevamente la impunidad para los responsables.

Los pueblos costeros y las zonas como Ocean Park e Isla Verde viven diariamente la erosión y reducción de sus playas y costas.  

Sin embargo, el Gobierno evade redefinir la zona marítima terrestre según se estipula en la Ley de Puertos española de 1880, vigente en la actualidad.  

Se asume que nada ha cambiado desde los tiempos de los españoles.

Al igual que con la crisis climática, Puerto Rico evade el efecto de los acontecimientos por los que atraviesa Estados Unidos. Donald Trump ha reabierto unas profundas heridas que datan de la Guerra Civil.

El racismo, el “bullying”, los insultos, la mentira, el fraude, el narcisimo y el fanatismo político prevalecen.

Según NBC-Meet the Press, el 84% de los evangélicos respaldan a Donal Trump. Algunos claman públicamente que Trump es el enviado de Dios para rescatar a su nación.

Estados Unidos estuvo muy cerca de un golpe de estado el pasado 6 de enero, inspirado por el propio Trump.

Nunca antes el Capitolio había sido capturado por atacantes, había ocasionado muertes a miembros de su seguridad ni había enarbolado la bandera de los Confederados, vencidos en la guerra más sangrienta en su historia.

Más aún, a pesar de las opiniones de los Tribunales, el expresidente continúa enfatizando que las elecciones fueron robadas y él es el legítimo líder del país.

En una reciente encuesta realizada por NBC-Meet the Press, se señala que el 52% de los votantes de Trump favorecen que los estados Republicanos se separen de la Unión. El 44% de los votantes de Biden también favorecen que se quebrante el país.

Los estados progresistas como California y Nueva York se distancian dramáticamente de los planteamientos de estados conservadores encabezado por Texas.

Esto se complica con el poder desproporcionado y antidemocrático que le provee el Colegio Electoral a estados pequeños y conservadores como Wyoming (577 m habitantes), cuyos dos senadores tienen el mismo poder que los dos de California (40 mm habitantes).

Mientras Estados Unidos vive uno de sus períodos más álgidos, peligrosos, potencialmente explosivos y polarizantes, Puerto Rico discute sobre los cabilderos de la estadidad, y la Cámara de Representantes trata de resucitar políticamente al malogrado y ahora cabildero Ricky Rosselló.

Los costosos cabilderos sin acceso al restringido Capitolio parecen personajes de una obra del teatro del absurdo de Ionesco.

El mundo cambia, pero Puerto Ricos languidece en su burbuja colonial, en estado de negación, apostando a que la nueva piscina de Rincón sobreviva un huracán, el mar devuelva las costas y la crisis de la metrópolis sea solo un fenómeno mediático trumpiano.