Jan. 29, 2015

Sin educación no hay futuro

Sin educación no hay futuro

Artículo publicado en El Nuevo Día.

Todos los eneros, con motivo de la celebración del nacimiento de Eugenio María de Hostos, discutimos la importancia de la educación.  Luego de unas semanas, olvidamos el tema hasta el próximo enero.

Irónicamente, nuestro Hostos fue incluido por los escritores Palmer, Bresler y Cooper en su libro “Fifty Major Thinkers on Education: From Confucius to Dewey”.  Hostos y Ortega y Gasset fueron los únicos hispanos que formaron parte de la selección junto a Sócrates, San Agustín, Darwin y Montessori.

Sin embargo, en Puerto Rico el pensamiento de Hostos es apenas conocido y nuestro sistema educativo se desploma.  Los resultados de las pruebas de nuestros estudiantes constituyen una vergüenza para cualquier país.

El problema ha ido escalando a través de los años con puntos culminantes en el gobierno de Rosselló cuando el Secretario de Educación terminó en una prisión federal; y en el gobierno de Fortuño, cuyo único cuatrienio tuvo cuatro secretarios de educación.

Jerome S. Bruner, uno de los principales psicólogos de todos los tiempos, autor del “Proceso de la Educación” y desarrollador conceptual del proyecto “Head Start”, nos señala que la práctica educativa refleja y refuerza las desigualdades porque limita el acceso del conocimiento a los pobres.  De esta forma se realiza la desigualdad de la distribución del conocimiento.

En Puerto Rico hay consenso en que su futuro descansa en un buen sistema de educación, comenzando en la etapa preescolar. 

Hay consenso en que  la educación es la herramienta principal para eliminar la pobreza, minimizar la desigualdad, y generar desarrollo económico y social.

Es por eso que a través de los años los gobiernos de turno le han asignado la partida más alta del presupuesto: sobre  $3,000,000,000, de los cuales la mitad se gasta en administración.

El Departamento de Educación se ha convertido en el principal botín de los partidos políticos para premiar a quienes ayudaron a alcanzar el triunfo electoral.

Puerto Rico es uno de los países con el porcentaje más alto destinado a la educación primaria y secundaria (cerca de 50% del presupuesto). 

Tenemos el presupuesto para rescatar la gestión educativa.  Solo hay que liberarlo de la agenda partidista y reasignarlo a los principales protagonistas: los maestros, la tecnología y los recursos sociales.

Con un sistema de méritos e incentivos, los maestros deben estar entre las personas mejor remuneradas  de nuestra sociedad.  Esa debe de ser la principal prioridad del gigantesco presupuesto.

A ello debe de agregarse la obtención de recursos tecnológicos, los cuales reducen los costos administrativos, y de materiales educativos como los cuadernos.

La tercera prioridad debe ser la asignación de fondos  a los recursos  de psicólogos y trabajadores sociales, pues la falta de salud mental de nuestra sociedad cancela cualquier iniciativa educativa.  Un estudiante sin un entorno familiar y social saludable no puede estudiar.

Los maestros son mucho más que personas que enseñan a leer, escribir, sumar o pensar.  Son los modelos para nuestras nuevas generaciones. Son las personas que inspiran a los jóvenes a superarse y continuar la búsqueda del conocimiento por el resto de sus vidas.

Bruner comentó en 1972: “El maestro es también un inmediato símbolo personal del proceso educativo, una figura con quien los estudiantes pueden identificarse y compararse con ella.

¿Quién no es capaz de recordar el impacto de algún maestro determinado, un entusiasta, un devoto de un punto de vista, un disciplinario cuyo ardor proviene del amor a su materia, una mente traviesa y al mismo seria?”.

Nuestros sistema educativo tiene salvación, tiene recursos; solo falta voluntad para resolver el problema. 

La solución no es la privatización, la cual añade el elemento de ganancias particulares. 

La solución es una reinvención o reestructuración del Departamento de Educación que lo posicione al nivel del de otros países de nuestra escala como Finlandia, Israel o Singapur.